martes, 31 de agosto de 2010

“Estoy muerto en vida”

Un ex detenido desaparecido declaró ayer ante el tribunal su calvario de poco mas de 48 horas en el centro clandestino de detención. Luis Regine contó que desde aquel día nada fue igual.


34 años después, Luis Salvador Regine no se puede recuperar de las 48 horas que pasó como detenido desaparecido en la Base Naval local en marzo de 1976. Ayer, fue uno de los primeros testigos en declarar en el juicio que se le siguen a dos miembros de la Armada y a uno del Ejército, por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar.

Regine fue secuestrado la madrugada del 24 de marzo de 1976 por un grupo de militares que buscaba al sindicalista del gremio de los petroleros, Diego Ibáñez. Las 48 horas que pasó en el centro clandestino que funcionó en la Base Naval Mar del Plata lo marcaron para siempre. Ni él ni su familia se pudieron recuperar de aquel trauma.

Minutos después de las doce del mediodía, Luis Salvador Regine de 65 años de edad ingresó se sentó frente al tribunal oral federal que juzga al capitán de navío Justo Ignacio Ortiz, al contralmirante Roberto Luis Pertusio y al ex general de brigada Alfredo Manuel Arrillaga.
Regine muestra en el cuerpo las marcas de la desaparición y la tortura. Camina con dificultad después de un infarto, dos accidente cerebro vascular y un asma incurable. Le fue imposible controlar la emoción y en más de una oportunidad se quebró. 34 años después revivió aquel infierno de 48 horas que le arruinó toda una vida.

La madrugada del 24 de marzo de 1976, cuando Regine escuchó que tiraban la puerta abajo y las balas de los fusiles FAL rebotar por toda la casa, no sabía que los militares habían tomado el poder. Se había ido a dormir antes que la radio diera la noticia.

Lo primero que pensó, aquel mecánico y piloto de carreras de poco más de 30 años, que se trataba de ladrones. Llamó a la comisaría tercera porque les arreglaba las patrullas y conocía a casi todos los policías. Cuando se pudo asomar por una ventana y vio que había un montón de militares se dio cuenta que se trataba de una confusión y abrió la puerta. Se le fueron encima a él y a su mujer. Su hijo de 6 años vio todo. Los golpes a su madre y a su padre y las amenazas a su abuela materna.
Regine fue subido a un camión atado e pies y manos al cuello mientras que su familia quedó en la casa de Figueroa Alcorta 324. Ayer les contó a los jueces Nelson Jarazo, Alejandro Esmoris y Jorge Michelli que fue llevado a la Base Naval. Lo sabe por el olor a mar, por las sirenas de los barcos, el ruido de los lobos marinos y por la cercanía con su casa. El camión no hizo más de 8 cuadras. Además cuando lo liberaron, ya sin capucha y sin ataduras, lo sacaron por la entrada principal de la repartición.

Sin poder parar de llorar, Regine contó que fue brutalmente golpeado apenas lo bajaron del camión. Estaba en una playa, tocaba la arena mientras recibía trompadas y patadas que lo dejaron inconciente más de una vez. Cuando podía les decía que estaban equivocados que averiguarán quien era él. Pero nada, otra vez los golpes.

Dentro de la Base Naval, Regine escuchó tiros y gritos de grandes y niños. No recuerda cuando porque ya había perdido el sentido del tiempo, pero fue sumergido en un recipiente con agua hasta la sofocación. Lo sacaban y mientras intentaba respirar le pedían que hablara que “cantara”. Luego de la segunda inmersión escuchó que alguien dijo “sáquenlo, nos equivocamos”. Lo dejaron en un camastro y le dieron un tarro de leche caliente con coñac. Le dijeron que su secuestro fue un error que buscaban al dirigente del SUPE, Diego Ibáñez.

En un camión lo llevaron hasta la comisaría tercera y de allí a su casa. Regine estaba muy mal de salud. Una vez liberado, los militares seguían merodeando su casa. Ya no quería vivir ahí y se mudó. El taller mecánico, un negocio que había emprendido con sacrificio y pasión, tuvo que ser cerrado. No tenía fuerzas para trabajar. La depresión le afectó el cuerpo y un infarto le dejó cuatro by pass.

Años después un prefecto de apellido Llobet, conocido de Regine, le contó que fue él quien les dijo a sus secuestradores que se habían equivocado de persona y que por eso lo liberaron. El prefecto murió de cáncer y nunca declaró ante la justicia.

Regine denunció su caso a la justicia en 2006 cuando supo que el contralmirante Juan Carlos Malugani, jefe de la Base Naval durante su secuestro, había sido detenido. Ayer dijo que uno de los hombres que entró a su casa a secuestrarlo se llamaba Hugo Leonardo Canepa. Las partes pedirán el legajo de esa persona a la Armada.

Margarita Segura es la esposa de Regine y declaró después de su marido. Además de lo dicho por su esposo, la mujer aseguró que el militar que comandó el operativo de secuestro era un hombre alto corpulento y con pelo y bigotes rojizos. También recordó que ese mismo hombre la golpeaba cada vez que abría la boca y que le hizo firmar una nota en la que decía que ellos estaban en perfectas condiciones.

A Margarita, los secuestradores la llevaron hasta el taller donde estaba la caja fuerte y se llevaron un arma una gran cantidad de dinero, documentos y alhajas.

Por último declaró Luis Regine hijo. En aquel entonces tenía 6 años y fue testigo del secuestro de su padre, y del maltrato a su madre y abuela.

Luis contó que dormía cuando los militares balearon la casa antes de entrar. Pensó que el ruido de los tiros era un sueño, hasta que su mamá lo levantó para protegerlo de las balas. Frente al tribunal dijo que los captores de su padre llevaban ropa de fajina verde y borceguíes negros.



Luis tiene 40 años y es mecánico como su padre. A los 25 años sufrió el primer ataque de pánico casi al mismo tiempo que Regine padre tuvo el infarto. Desde esa época está bajo tratamiento psiquiátrico. Con el tiempo aprendió a controlar los ataques, pero todavía se sobresalta con algunos ruidos y a veces sueña con el tiroteo de la madrugada del 24 de marzo

Hacerse cargo

Gloria León (55) es abogada y querellante en la causa Base Naval. Pero ayer tuvo que declarar como amiga y compañera de militancia de Liliana Retegui, Patricia Lazzeri, Liliana Dorio, desaparecidas el 19 de septiembre de 1976.


León ingresó a la sala alrededor de las 11.20. Contó que ella vivía en una pensión de la calle Don Bosco junto a sus tres amigas, todas militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Además en la misma pensión vivían Nancy Carricabur y Stella Maris Nicuez, también estudiantes universitarias.

La noche del 19 de septiembre del 76, león no pasó la noche en la pensión porque había decidido irse a vivir con su pareja. Al día siguiente cuando fue a visitar a sus amigas notó que los vecinos la miraban de forma extraña. Fue la dueña de la pensión, Bernardina, quien le dijo que los militares se habían llevado a las chicas. A Liliana Retegui, Patricia Lazzeri, Liliana Dorio, a Nancy Carricabur y a Stella Maris Nicuez.

Las dos últimas fueron liberadas a los pocos días. Según el relato de León, los militares sabían que no tenían ninguna militancia política. Por el testimonio de las dos sobrevivientes se sabe que las cinco mujeres estuvieron en la Base Naval. Cuando liberaron a Nicuez y Carricabur, los captores le dijeron que las otras tres chicas no verían la luz del sol porque estaban muy comprometidas.

Gloria León aseguró ayer que si a ella no la secuestraron fue porque ninguna de sus amigas ni los vecinos de la pensión la delataron. Al año siguiente, secuestraron a su padre y su hermana de 15 años. Sabía que se trataba de un mensaje para ella y se entregó. Le formaron un Consejo de Guerra y la condenaron a 15 años de prisión por todos los delitos que le endilgaban a Montoneros. Estuvo presa en distintas cárceles hasta el 9 de mayo de 1982.

Frente al tribunal dijo que “nunca tuvo el honor de pertenecer a la organización Montoneros” y le pidió a los imputados Ortiz, Pertusio y Arrillaga que se hagan cargo de lo que hicieron como ella se hizo cargo de los delitos que no cometió pero que si le hicieron pagar con cinco años de cárcel.


Por Federico Desántolo

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