martes, 28 de septiembre de 2010

EL TRIBUNAL DECIDIO NO UNIFICAR LAS CAUSAS

Proximas audiencias martes 5 y miercoles 6, a las 11hs.


El Tribunal denegó el pedido de la Fiscalía, las querellas y la defensa del imputado Arrillaga de unificar las causas “Base Naval 1” y “Base Naval 2”. Así comenzó la novena audiencia del juicio oral y público por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar en la Base Naval de Mar del Plata, en la que sólo declaró un testigo.

Con la presencia del imputado capitán de navío, Justo Ignacio Ortiz y el contralmirante Roberto Pertusio comenzó la audiencia explicando que el ex general de brigada Alfredo Arrillaga, no estaba presente en la sala por motus propio.

La lectura por secretaría de la resolución del Tribunal en torno al pedido de unificación de las causas abrió el debate central de la jornada. La incompatibilidad entre los momentos procesales de las dos causas en cuestión –la Base Naval 1 en actual debate oral y la 2 con pedido de elevación a juicio y parte “aún en instrucción”- fue la argumentación mediante la cual se denegó la unidad de causas en un solo juicio.

Si bien inmediatamente después de leer la resolución se dio paso al testigo, el fiscal Daniel Adler solicitó que se lean los fundamentos de la decisión para así poder expresar en el recinto las disidencias. Esto se produjo alrededor de las 13, cuando el secretario del Tribunal hizo lectura del documento y se abrió el debate en torno al tema. Así, el representante del Ministerio Público fue contundente al exponer su oposición a la decisión de no unificar causas basándose en la necesidad de dar celeridad a los juicios por delitos de lesa humanidad como lo manifestó la Procuraduría en una de sus resoluciones generales.

Adler, además de solicitar el pedido de revisión por parte del Tribunal de la medida, realizó el pedido subsidiario para poder presentar la apelación correspondiente ante Casación.
Lo expuesto por el fiscal fue acompañado por la totalidad de la querella y por la defensa del imputado Arrillaga, mientas que los defensores oficiales a cargo del patrocinio de Ortiz y Pertusio pidieron que se mantuviera firme la resolución.

“Me avergüenzo de ser militar”

Así lo manifestó Juan José Zaniboni, quien cumpliera funciones como enfermero de la Marina dentro de la Base Naval local desde 1970 hasta 1993
“Con las cosas que escucho, me avergüenzo de ser militar”. La frase es lapidaria y refleja el sentimiento de un ex marino que, según manifestó, se fue enterando de lo ocurrido ya en democracia. “Nunca digo que fui militar, digo que pertenezco a la administración pública”, expresó.

Alrededor de las 12 del mediodía, Juan José Zaniboni, único testigo previsto para la jornada de ayer ingresó a la sala y ocupó el asiento de los testigos.
Allí dijo no tener ningún tipo de relación con los imputados y, con una actitud distendida comenzó a responder las preguntas realizadas por la Fiscalía.

Según explicó Zabinoni se desempeño desde 1970 hasta principios de 1976 como enfermero dentro de la Base Naval local. Un mes antes del golpe de Estado fue enviado a la Escuela de Sanidad Naval ubicada en Puerto Belgrano a realizar un curso de técnico radiólogo. En noviembre del mismo año volvió a la base y, según declaró, algunas cosas habían cambiado.

Una de las alteraciones que recordó está vinculada a la existencia en la enfermería de dos camarotes que permanecían constantemente cerrados con llave. El testigo explicó que a ese lugar sólo entraban cuatro personas: tres sub oficiales y un médico. “La llave del lugar la tenían los sub oficiales Romero, Cáceres y Pacheco, y el doctor Carrilaf”, declaró Zaniboni.

Mientras la voz del enfermero se expandía por la sala con los recuerdos –en su mayoría limitados- de los años de servicio, Pertusio se mostró nervioso, verborrágico y atento a los dichos de su ex camarada de armas. Sus pequeños ojos celestes se abrían cada vez más al escuchar que el enfermero nombraba a los marinos. Su asombro fue mayor cuando de la boca del testigo salió la siguiente frase “Entre nosotros nos decíamos `cuidado que no te agarre ojitos celestes –en alusión a Pertusio- porque te mete preso´”. Estos dichos, sumados a la afirmación de que Pertusio “era un hombre jodido”, formaron parte de la caracterización que hizo el testigo de quien cumpliera funciones de jefatura dentro de la Base Naval.

En relación a los extraños camarotes cerrados, el testigo explicó que seguramente eran utilizados durante la noche, ya que mientras él cumplía su horario de trabajo regular –de 6.50 a 17- no veía mayores movimientos.

Zaniboni expresó que él nunca entró al lugar y que sólo lo hacían las cuatro personas mencionadas, pertenecientes al grupo de Sanidad. Cabe destacar que el doctor Carrilaf era cirujano y que el sub oficial Romero tenía a su cargo la farmacia del lugar, por lo que se infiere que el grupo “especial” tenía un grado de autonomía capaz de realizar operaciones y curaciones sin necesidad de recurrir a los demás miembros de Sanidad.

“No soy una persona sociable. No tengo amigos dentro de la fuerza. Yo iba y realizaba mi trabajo, nada más”, se excusó el testigo ante la pregunta sobre si recordaba nombres o funciones de sus camaradas de armas.

Otro cambio que notó el testigo luego de marzo de 1976 fue la expresión en el rostro de los miembros de la Base. “Todos estaban más serios y todo era como más militarizado”, explicó.

CROQUIS DEL LUGAR

Dentro de los elementos que aportó en su declaración, Zaniboni realizó un croquis explicando cómo estaban distribuidos los edificios dentro del predio de la Base Naval. Fue llamativo el cambio de actitud en su declaración a la hora de describir el lugar donde funcionaban los buzos tácticos, lugar donde estaba emplazado el Centro Clandestino de Detención. Sólo recordaba del lugar la existencia de una “perra” la cual –según explicó- “me odiaba”.

También recordó la existencia de colectivos verdes con la insignia de la Armada en sus costados y de camionetas similares. Una ambulancia blanca, en un estado deplorable fue otro de los vehículos que logró memorizar.

Por Juan Carra.

martes, 21 de septiembre de 2010

8º Audiencia ...

Cuarto intermedio hasta el martes 28, a las 11hs.


Previo al golpe había detenidos en la Base Naval

Fue antes del golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. Vio a una mujer en un calabozo con los ojos vendados. “Decían que era una jefa del ERP”, dijo el testigo.

Juan José María Parietti debía ser dado de baja en febrero de 1976. Pero el inminente Golpe de Estado de marzo lo obligó a permanecer dos meses más bajo bandera. Ayer, frente al tribunal oral que juzga a tres militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, declaró que como conscripto en la compañía de seguridad y vigilancia de infantes de marina tuvo que participar de operativos de secuestro en Miramar y que antes del 24 de marzo de 1976 ya había detenidos en la Base Naval local.

Parietti fu el segundo testigo de una nueva audiencia del juicio por la causa Base Naval 1 en el cual se juzga al capitán de navío Justo Ignacio Ortiz, al contralmirante Roberto Pertusio y al ex general de brigada Alfredo Arrillaga. Nervioso y sin mucha precisión, contestó las preguntas de la querella.

Durante la colimba, Parietti formó parte de la compañía de Seguridad y Vigilancia de la Infantería de Marina, estaba a cargo de organizar el cronograma de las guardias dentro de la Base Naval. Ayer recordó que el día anterior al golpe de Estado sus superiores le comunicaron que quedarían acuartelados por tiempo indeterminado y que debía cambiar la modalidad de las guardias: los infantes de marina –adiestrados en el uso de armas-, pasaron a cumplir otras funciones y fueron reemplazados por marineros en las guardias.

Así el testigo, el mismo 24 de marzo fue enviado a cumplir tareas a Miramar. Parietti contó que la Armada se hizo cargo de la comisaría de aquella localidad y que los infantes de marina tomaron asiento en un club cercano a la plaza principal. Durante esas semanas su tarea consistió en prestar apoyo de seguridad en los operativos de secuestro. Recordó que iban a buscar a las personas a sus domicilios particulares y que de allí las llevaban a la comisaría.

Parietti aseguró que ellos –los conscriptos-, no ingresaban a las viviendas sino que prestaban apoyo externo. También dijo que las personas eran sacadas de sus casas con los ojos vendados y las manos atadas. Según el testigo, nunca supo porque se las llevaban y nadie les daba explicaciones de lo que hacían con los detenidos.

El ex conscripto y actual abogado, fue dado de baja en mayo de 1976 y el imputado Justo Ignacio Ortiz fue quien le firmó la libreta por ser el subjefe de la Base Naval por aquel entonces. También recordó que una vez tuvo que ir a un paraje en una ruta cercana a Miramar para hacer una guardia porque Ortiz había sido invitado a comer un asado en ese lugar. De Pertusio dijo que sabía que era un oficial de la Base Naval en aquel entonces, pero que nunca lo vio.
Consultado por uno de los querellantes acerca de si alguna vez vio detenidos en la Base Naval local, Parietti recordó que antes del golpe de Estado fue a la zona de calabozos a visitar a un colimba amigo suyo que había sido encarcelado por portarse mal. En esa oportunidad pudo ver a una mujer que estaba en una de las celdas. La mujer tenía los ojos vendados. Cree que tenía entre 25 y 30 años. El testigo supo por comentarios que le decían “La India” y que era una jefa del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).

El testimonio de Parietti confirma que antes del golpe de Estado, en la Base Naval, había detenidos de forma clandestina. El testigo recordó que supo además de la mujer había otras tres persona mas. Pero no las vio.

Parietti no recordó los nombres de sus superiores inmediatos ni de los oficiales que realizaban los operativos de secuestro en Miramar. Si dijo que eran personas que habían llegado de Puerto Belgrano después del 24 de marzo de 1976.

Caso del matrimonio Bourg

Estela De La Cuadra inició la ronda de testigos de la audiencia celebrada ayer. Ex militante sindical en la ciudad de La Plata aportó datos sobre la desaparición de su concuñado Raúl Bourg y Alicia Rodríguez de Bourg.

De La Cuadra rememoró el secuestro del matrimonio Bourg ocurrido entre el 5 y 7 de septiembre de 977. Contó que un grupo armado se llevó primero a Raúl y a Alejandro Saenz, primo de Alicia Rodríguez de Bourg. Los dos hombres fueron llevados de una quinta ubicada en el camino viejo a Miramar. A los dos días se llevaron a Alicia. Los cinco hijos del matrimonio quedaron al resguardo de los abuelos maternos.

La mujer contó a los jueces Nelson Jarazo, Alejandro Esmoris y Jorge Michelli que Saenz fue liberado al día siguiente de su detención y según su relato estuvo junto a Raúl en un lugar donde se sentía “olor a mar” y que a Raúl lo interrogaban sobre un tal Oscar.

El olor a mar es una referencia que hicieron muchos de los sobrevivientes del centro clandestino que funcionó en la Base Naval. El edificio donde fueron alojados está muy cerca de la playa. En cuanto al nombre Oscar, De la Cuadra, aclaró que se trataba de uno de los peones de la estancia La Firmeza, propiedad de los Bourg ubicada sobre la ruta 2, a la altura de General Pirán.

Oscar Saturnino “El Petizo” Ianni era un militante del movimiento obrero de base con intensa actividad en el Gran La Plata. A partir del golpe de Estado tuvo que cambiar de lugar porque era buscado por las fuerzas represivas. Vivía en el campo de Bourg junto a su mujer y sus tres hijos cuando el 6 de septiembre fue secuestrado por un grupo de tareas del Ejército. El cuerpo de Ianni fue identificado en 2007 junto con otros dos militantes de esta ciudad: José Changazzo y Eduardo Caballero. Estaban enterrados como NN en el cementerio municipal.

El secuestro de Ianni fue la antesala de lo que se llamó el “Operativo Escoba” cuando un grupo de militantes del PCML (Partido Comunista Marxista Leninista) que habían tenido que abandonar su lugar de origen y afianzarse en Mar del Plata y la zona, fueron secuestrados y desaparecidos entre noviembre y diciembre de 1977.

De La Cuadra conoció a la mayoría de esos militantes secuestrados. Con muchos de ellos tenía un vínculo familiar. En ese operativo a nivel nacional también fue secuestrado su marido y su pequeño hijo de 2 años y medio que luego fue restituido.

Raúl y Alicia Bourg, sin ser militantes, también conocían a algunos integrantes de ese grupo. La testigo cree que el hecho de que Ianni viviera en el campo del matrimonio fue uno de los motivos de su desaparición.

El “Operativo Escoba” se produce luego que uno de los fundadores del PCML, Oscar Alfredo González, cayera en manos de la dictadura. En noviembre de 1977. A través de esa acción desarticularon toda la organización y desaparecieron decenas de personas en Mar del Plata y en el resto país.

Por Federico Desantolo

martes, 7 de septiembre de 2010

Septima audiencia ...

Cuarto intermedio hasta el Lunes 20 de septiembre 11hs.


“No lloré, pero me descompuse, sentí un dolor terrible en las venas de los brazos”

Así relató su vivencia Isabel Sáenz de Rodríguez, madre de Alicia, una de las detenidas desaparecidas por cuyo caso está imputado el ex general de brigada Alfredo Arrillaga.

Con la declaración de dos nuevos testigos, se llevó a cabo la séptima audiencia del juicio por delitos de lesa humanidad Base Naval 1. Ayer, el debate oral se centró en el caso del matrimonio Bourg, secuestrado en septiembre de 1977 y que aún hoy permanecen desaparecidos.
Alrededor de las 10 de la mañana los jueces Nelson Jarazo, Alejandro Esmoris y Jorge Michelli ingresaron a la sala para dar inicio al debate.

Isabel Sáenz de Rodríguez, madre de Alicia y suegra de Raúl Bourg, fue la primera en comparecer ante el tribunal. La mujer, en un testimonio claro y bastante detallado, reconstruyó sus vivencias a partir de la desaparición de su hija y su yerno. El pasaje más crudo de su declaración estuvo vinculado a las reflexiones sobre las actitudes de los secuestradores: “Yo estaba tranquila porque sabía que mi hija era inocente –dijo- Nunca se me ocurrió que iban a matar a una madre de 5 hijos”.

La testigo relató a pedido del representante del Ministerio Público, Daniel Adler, lo que recordaba de los días 5 y 6 de septiembre de 1977. “Cuando se llevaron a mi hija no estaba en Mar del Plata”, explicó Isabel a la vez que señaló que apenas se enteró de la ocurrido se dirigió a la quinta donde vivía Alicia para hacerse cargo de sus cinco nietos.

Estando allí pudo saber que días atrás, cinco hombres de civil llegaron en autos y preguntaron por Raúl Sáenz. Su hija les informó que su marido Raúl estaba en una quinta cercana y les dio la dirección. El grupo se dirigió al lugar y se encontró con dos hombres: Raúl Bourg y Alejandro Sáenz; como el grupo de hombres buscaba a Raúl Sáenz, en un acto ilógico, se llevó a ambos. También, de la quinta que habían visitado en primer lugar, secuestraron a Alicia.

Según recordó Isabel Sáenz de Rodríguez, en esa oportunidad el grupo de hombres “revolvió toda la casa”, dejándola –según sus dichos- patas para arriba.

A partir de ese día Isabel vivió, junto a su consuegra, una serie de periplos por juzgados y dependencias militares pidiendo por la vida del matrimonio Bourg.

Eso la llevó a entrevistarse dos veces con Pedro Barda, jefe de la sub zona 15 y principal responsable de los operativos militares en la denominada “lucha antisubversiva” en la región.
Barda en persona recibió a las mujeres que le consultaron por qué el arrendatario del campo perteneciente a los Bourg tenía un documento firmado por él mediante el cual se lo habilitaba a explotar económicamente las tierras. Barda respondió que conocía al arrendatario y que había firmado ese documento para beneficiarlo y también para que la familia Bourg no pierda su cosecha. “Encima parecía que nos estaba haciendo un favor”, relató Sáenz de Rodríguez en su declaración.

En la segunda oportunidad de que encontró cara a cara con Barda, la mujer no dudó en ofrecer las tierras del campo a cambio de la vida de su hija y su yerno. En ese momento, según relató, Barda se quedó callado, hizo pasar a 5 hombres de civil a su despacho del G.A.D.A. 601 y le pidió Sáenz de Rodríguez que repitiera lo que había dicho.

Días después el grupo de hombres apareció en la casa de la mujer para exigir las escrituras. Ese mismo grupo, relató ya había estado allí presentándose como miembros de las “fuerzas conjuntas” además, el puestero de las tierras le comunicó a la mujer que cinco hombres habían estado en el campo comiendo asado y tomando vino. El grupo al mando de Barda había tomado posesión de las tierras, sin embargo del matrimonio Bourg no había noticia.

En una de sus visitas a tribunales para verificar si había alguna noticia sobre los habeas corpus presentados, Isabel tuvo una respuesta. Un hombre, a quien sólo puede recordar como un hombre de alrededor de 60 años, la hizo pasar a un despacho. Allí, el funcionario del Poder Judicial la esperaba detrás de un escritorio donde descansaba un libro de notas. El hombre señaló con su dedo una zona de la página en la que estaba abierto y luego se desplazó hacia una ventana, dándole la espalda a Isabel. Ella entendió que tenía que leer donde le señalaba y no decir mucho más. Se acercó y comenzó a leer y allí pudo encontrar el nombre de su hija entre el de otras cuatro mujeres. A continuación la peor de las noticias: Alicia había sido asesinada en un enfrentamiento.

“No lloré, pero me descompuse, sentí un dolor terrible en las venas de los brazos”, recordó Isabel en su relato. También hizo referencia a que el hombre le pidió que se fuera y que volviera más tarde, ella supone que al verla descompuesta el funcionario tuvo miedo y la hizo salir. Cuando horas después Isabel volvió acompañada de su marido, el hombre ya no estaba y tampoco el libro que contenía la peor de las noticias.

ANÓNIMO

Isabel, también, refirió a una carta anónima que recibió por debajo de la puerta en su departamento del edificio “Las Américas”, el mismo en el que casualmente vivía el imputado Alfredo Arrillaga. En la esquela se decía que Arrillaga era el responsable de la muerte de su hija y que, incluso, había tirado su cuerpo al mar. También nombraban en la carta a otro militar de apellido Nani como partícipe en el asesinato.

Fue Verónica, la hija del matrimonio Bourg la que tomó el anónimo y subió hasta el quinto piso del edificio, tocó el timbre en uno de sus departamentos y se enfrentó cara a cara con Arrillaga.
La chica, que tenía alrededor de 13 años, le preguntó al representante del Ejército qué había hecho con sus padres. Arrillaga le contestó cortante que él no sabía nada y cerró la puerta.
Verónica volvió al departamento de su abuela llorando desconsolada. El lunes, la joven, más de 30 años después recordó el calvario de su vida ante el tribunal.

SOLIDARIOS Durante todo su testimonio Isabel hizo hincapié en una cosa: su hija y su yerno eran personas solidarias, que ayudaban constantemente a cualquiera que lo necesitara. Por esto, explicó Alicia había prestado el campo para que se resguardaran personas que tenían problemas. “Yo le pregunté más de una vez quiénes eran –explicó- hasta que una vez ella me contestó que cuanto menos supiera del tema mejor”.

EXILIADO

El otro testigo que compareció ante el tribunal fue Enrique Alfredo Rodríguez, hijo de Isabel y hermano de Alicia. En su testimonio explicó que durante los hechos justo se encontraba en Europa por motivos laborales y que al enterarse de lo sucedido decidió pedir asilo político en España. Si bien le fe denegado, insistió con el trámite ante el Estado francés quienes le brindaron la protección. Exiliado hasta tres días después de que Alfonsín asumiera como presidente en 1983, Rodríguez realizó gestiones por su hermana y su cuñado, pero no tuvo respuesta alguna.

Por Juan Carra.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Sexta audiencia ...




Continua martes 7 a las 10,30hs

Mi mamá pidió permiso para despedirse de nosotros y nunca más

Verónica Bourg, hija del matrimonio Bourg desaparecidos desde septiembre de 1977 fue la primera en declarar ayer, en una nueva audiencia del juicio que se le sigue a tres militares por crímenes de lesa humanidad. Nuevos testimonios comprometen al juez Pedro Cornelio Federico Hooft


Los dos hijos mayores del matrimonio Bourg y una de sus tías, fueron los tres testigos que declararon ayer en el juicio por los crímenes cometidos en el centro clandestino de detención (CCD) que funcionó en la Base Naval Local durante la última dictadura cívico militar. Sus testimonios, sobre la desaparición de un expediente por privación ilegítima de la libertad, comprometen al juez Pedro Cornelio Federico HooftVerónica Bourg tiene 41 años y el último domingo padeció un nuevo aniversario, el número 33, de la desaparición de sus padres. Un día después, revivió ante el tribunal oral federal Nº1, el secuestro de sus padres, la búsqueda y la tristeza de no volver a verlos.

El 5 de septiembre de 1977 Verónica tenía 8 años y vivía con su padre Raúl Bourg, su mamá Alicia Rodríguez y sus cuatro hermanos en una casa quinta ubicada en el kilómetro 5 del camino viejo a Miramar. Esa noche, un grupo de personas armados y vestidos de civil buscaban a su padre. Su mamá les dijo que Raúl estaba junto con un primo –Alejandro Saenz- en una quinta vecina. Algunos de los hombres fueron a buscarlos y otros se quedaron con la mujer y los chicos. Al rato, uno de ellos volvió y dijo ya los tenemos y se fueron.

Verónica recordó ante los jueces Nelson Jarazo, Alejandro Esmoris y Jorge Michelli que al día siguiente cuando se despertó su abuelos maternos estaban en la casa y Alejandro Saenz que había sido secuestrado con su padre ya estaba de vuelta. A los que después supo que su detención había generado una pelea entre los secuestradores porque Saenz era un conscripto en aquella época y por ese motivo lo soltaron a las pocas horas.

Saenz se fue del país a los pocos días y cuando regresó le contó a Verónica que creía que los habían llevado a la Base Naval. Él describió el olor a mar y una escalera que muchos de los ex detenidos en ese CCD recuerdan.

El 7 de septiembre, dos días después que se había llevado a Raúl Bourg, el grupo de tareas volvió a la casa quinta. Esta vez le dijeron a Alicia Rodríguez de Bourg que preparara una muda de ropa para su marido y que tenía que ir con ellos para certificar una denuncia. Verónica recordó “mi mamá pidió permiso para despedirse de nosotros y nunca más”.

Cuando el abogado querellante por la APDH le preguntó a la testigo cuales eran sus expectativas con respecto a este juicio, Verónica respondió mirando al tribunal: “Cero expectativa. Nada de lo que ustedes hagan va a pagar lo que nos hicieron”.

Las primeras gestiones para sabe donde estaban los Bourg fueron las presentaciones de habeas corpus y la apertura de una causa por privación ilegitima de la libertad, ambos trámites en el juzgado provincial Nº3, a cargo del juez Pedro Federico Hooft El expediente fue caratulado “NN O VARIOS S/ PRIVACION ILEGITIMA DE LA LIBERTAD. Bourg Juan – Rodríguez de Bourg Alicia”.

El matrimonio Bourg tenía un campo en General Pirán que era arrendado a un amigo de la familia, Ernesto Aguinaga.

El 20 de septiembre del ’77 Aguinaga junto con un escribano de apellido Fernández Puentes fue a ver al jefe de la subzona militar 15, coronel Pedro Barda para regularizar la situación del campo ya que sospechaban que el Ejército tenía al matrimonio Bourg.

Barda no solo los recibió, sino que además extendió un documento en el cual autorizaba a Aguinaga a seguir explotando el campo. El documento hablaba de Raúl Bourg como “supuesto delincuente subversivo”. El Ejército reconocía tener secuestrado al matrimonio porque creían que eran terroristas.
El documento firmado por la máxima autoridad militar de la zona recorrió el mundo como prueba de que el matrimonio estaba en manos de los militares. También fue incluido como prueba documental en la causa por privación ilegitima de la libertad abierta en el juzgado del Juez Hooft.

El magistrado nunca citó a nadie a declarar. Tampoco habló con las autoridades militares y en febrero de 1978 archivó la causa porque consideró que no había pruebas suficientes para determinar quienes eran los responsables del secuestro del matrimonio.

En 2001, cuando se celebraban los juicios por la verdad, el tribunal oral federal solicitó al juzgado de Hooft el expediente archivado. El documento que demostraba que Hooft no había hecho nada para esclarecer el secuestro del matrimonio Bourg había desaparecido del archivo departamental.

La desaparición del expediente del caso Bourg es una de las pruebas presentada por los organismos de Derechos Humanos en el Jury que se lleva adelante contra Hooft. Con respecto a los habeas corpus presentado por los padres de Raúl y Alicia, el magistrado resolvió de forma negativa con costas a cargo de las familias.


Juan de la Cruz Bourg declaró después de su hermana. Tiene 42 años y 9 cuando secuestraron a sus padres. El mayor de los hijos del matrimonio, contó que luego del secuestro sus padres ellos quedaron al cuidado de sus abuelos maternos y al empezar la secundario abandonaron la casa quinta y se mudaron a un departamento en el edificio ubicado en Córdoba 1737. Un edificio habitado mayoritariamente por militares. Ellos vivían en el piso 12 y en el 20 lo hacía Alfredo Manuel Arrillaga, jefe de operaciones del GADA 601 en aquel entonces e imputado por el secuestro de los Bourg en la actualidad.

Un día llegó una nota anónima al departamento que decía “por el secuestro del matrimonio Bourg pregúntele a Arrillaga el es uno de los responsables”. Verónica, con sus 15 años, no dudó. Tomó la nota y subió hasta el piso 20. Arrillaga se limitó a decirle que no sabía nada que no entendía lo que decía esa nota.

Juan también recordó que su abuela se entrevistó con el coronel Barda y le dijo que no le interesaba nada de .lo material de sus hijos, refiriéndose al campo de General Pirán. Que lo único que quería era recuperar a su hijo y a su nuera. El militar no le dijo nada, pero a los pocos días un grupo de militares fue a la casa quinta a pedirle a la mujer la escritura del campo. No se las dio.

María Emilia Bourg es hermana de Raúl. Ayer después de un cuarto intermedio de una hora y media, relató con detalles cada una de las gestiones que hicieron junto con su madre, para saber donde estaba su hermano y su cuñada. Recordó que se entrevistaron con Barda y que el coronel no les negó ni afirmó que tuvieran al matrimonio. También hicieron gestiones con el ministro de Relaciones de aquel entonces, Luis María de Pablo Pardo, quien les dijo que el general Guillermo Suárez Mason le debía un favor y se lo iba a cobrar. El jefe del Primer Cuerpo del Ejército les dijo que pasarían una linda navidad. Pasaron 33 navidades y nunca hubo buenas noticias.

Por Federico Desántolo.