martes, 19 de octubre de 2010

audiencia Nº 14, dia martes 19 de octubre

"Lo iban a recuperar para la sociedad"

Enrique Sánchez, Osvaldo Durán y Carlos Mujica compartieron el mismo periplo: fueron secuestrados alojados y torturados en la Base Naval. Previo paso por el CCD "El Faro", Escuela de Suboficiales de Infanteria de Marina. Luego liberados sin muchas explicaciones. Ayer, declararon en el juicio oral a tres militares acusados de delitos de lesa humanidad cometidos en la Base Naval local durante la última dictadura cívico militar.
El primero en sentarse frente al tribunal fue Enrique René Sánchez, 57 años y empleado de la construcción. Una conjuntivitis lo obliga a usar anteojos negros, pero decide quitárselos para la ocasión. “Si me molesta mucho la luz me vuelvo a poner”, aclara. Los jueces asienten. Sánchez sigue con la boca el micrófono que se mueve para cualquier lado y empieza a su relato por el principio: el día de su secuestro. Ocurrió el 16 de agosto de 1976. Por ese entonces trabajaba en la construcción de la unidad penal XV de Batán. Pero ese día se sentía mal y decidió no ir. Cerca de las ocho de la mañana golpearon la puerta de la casa en la calle 12 de Octubre. Un grupo de hombres con sus rostros tapados y armados ingresaron a la casa. Uno, que no tenía pasamontañas le dijo que eran de Coordinación Federal y que lo llevaban para tomarle declaración.
Tirado en la parte trasera de un auto con la cabeza tapada y las manos atadas, Sánchez fue llevado a la Base Naval. En la puerta de la repartición militar, le pusieron un pasamontañas y una capucha arriba. Lo dejaron tirado en el piso en un salón grande y le dijeron que a la noche lo iban a buscar para hacerle algunas preguntas. Supo que no estaba solo es ese lugar porque escuchaba toser a otras personas.
La primera noche en la Base Naval sufrió el primer interrogatorio bajo tortura. Desnudo lo ataron en una camilla y le preguntaban por algunas personas a las cuales no conocía. Luego le mostraron fotos de rostros que tampoco conocía. Después vino la primera sesión de picana eléctrica. Para que parara la tortura tenía que levantarla mano y hablar. Los torturadores hacían una pausa y volvían a empezar. El primer interrogatorio duró una hora. Lo mismo ocurrió durante otras tres noches más.
Durante un mes estuvo en la Base Naval. Supo que era ese lugar porque para bañarse lo llevaban a un baño ubicado en una playa. Lo hacían caminar por la arena. También descubrió que los utensilios que usaban para comer tenían una inscripción que decía Armada Argentina.
Sánchez cree que en el salón había cerca de quince personas y que un día empezaron a decir sus nombres para ver si se conocían. Así supo que Liliana Iorio estaba detenida con él. Cuando le tocó el turno de presentarse recibió un pisotón y varios golpes.
Un día lo subieron a un camión y le dijeron que lo trasladaban a un lugar donde “lo iban a recuperar para la sociedad”. Así llegó al ESIM. Allí el trato cambió. Los detenidos estaban sentados frente a una mesa alta y podían hablar entre ellos. Los carceleros les habían puesto sobrenombres. Conoció a Alejandro Sánchez que le decían “Pajarito”; a Carlos Mujica, a quien le habían puesto “El Zorba” y Alberto Cortés, alías “Gardelito”. A Sánchez le decían “Santiaguito”.
Hasta fines de diciembre, el testigo, estuvo en el ESIM y luego volvió a la Base Naval. Esta vez lo alojaron el un calabozo individual. Ya no lo torturaban. El 27 de diciembre un hombre de uniforme azul e dio el documento y le dijo que se iba. A los pocos minutos estaba en la parte trasera de un auto. La última orden de sus captores fue que caminara con la campera en la cabeza y sin mirar para atrás.
Su madre le contó que lo buscó. Con la ayuda de un abogado de apellido Cavallo presentó un habeas corpus. Luego, esa misma persona la llevó a entrevistarse con un oficial de la Armada de apellido Vega, quien le confirmó que su hijo estaba en la Base Naval pero que “no se podía hacer nada”.
Tiempo después la esposa de Sánchez supo que el oficial Vega vivía al lado de la casa donde ella trabajaba. Cuando lo vio lo reconoció, era el hombre que había dirigido el secuestro de su marido.
Sánchez sigue trabajando en la construcción y ayer contó que hizo muchos esfuerzos para tratar de olvidarse todo lo que había vivido. En ese proceso tardó 10 años en darse cuenta que la tortura con picana y los golpes le habían provocado la pérdida de la audición de un oído.



Osvaldo Durán tiene una voz potente y ayer se encargó que cada palabra sonara clara y decidida. Contó que fue secuestrado el 16 de octubre de 1976. Su periplo no fue muy diferente al de Sánchez. Llegó a la Base Naval de noche y luego de una vuelta con la que sus secuestradores pretendían despistarlo. Siempre supo que estaba en al Base Naval. Su padre era suboficial de la Armada, submarinista y desde el primer año de vida visitaba ese lugar. Conocía ruido, olores y silencios.
Esa misma noche fue interrogado bajo tortura. Sentado en una silla con las manos atadas a la espalda escuchó una voz que le dijo: “En esa silla donde vos estás hubo muchos oficiales montoneros. Ellos colaboraron y ahora están fuera del país. Así que colaborá”. Durán aclara que nunca militó. Que solo fue simpatizante de la JP.
Las primeras preguntas de los interrogadores fueron: ¿Dónde tenés el embute?; ¿Quienes eran los simpatizantes de la JP y Montoneros en el Universidad? y ¿quién era mi responsable político? Durán les dijo que no sabía que era un embute, que no tenía responsable político porque no militaba y que no sabía que hubiese simpatizantes de Montoneros en la Universidad. Los golpes no se hicieron esperar y después sobrevino una sesión de picana. El primer interrogatorio lo terminó con una fuerte taquicardia. En el salón donde lo dejaron cree que había entre cinco y nueve personas que pudo diferenciar por el ruido de cada una al toser.
El segundo interrogatorio tuvo las mismas preguntas con sus mismas respuestas y una paliza que lo dejó al borde de la inconciencia. Después de varios días sentía que el encierro lo afectaba psicológicamente y decidió hacer algo para que lo liberaran o para que lo mataran. Fingió desmayos. Gritaba al guardia y se arrojaba contra la puerta de la celda. El médico le daba una pastilla y se dormía. Lo hizo así tres veces hasta que el 28 de diciembre lo despertaron en silencio y le dijeron que se vistiera porque se iba. Lo dejaron en Jujuy y Rawson, caminó hasta Independencia y de allí, un taxi hasta su casa.

Retegui y Frigerio estaban en la Base


Carlos Alberto Mujica llegó a la Base Naval el 23 de septiembre de 1976 y al igual que Sánchez pasó uno tiempo en la ESIM y luego volvió a la Base para ser liberado. En l salón grande donde había otros presos reconoció la voz de un viejo amigo que pedía un médico. Era Alberto A ‘Dubas. A los pocas horas de su llegada fue sometido a torturas con picana eléctrica y golpes. Le preguntaban por sus viejos amigos de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) pero él estaba descolgado porque había dejado de militar hacía un tiempo ya.
En una de las sesiones de tortura lo hicieron sentar y mirar a una cortina que tenía un hueco. Detrás de la cortina reconoció a Liliana Retegui que lo miraba. Era una estudiante que conocía de la facultad de Turismo y porque había sido la novia de un amigo de él. Dos de los tres imputados, el capitán de navío Justo Ortiz y el contralmirante Roberto Pertusio, son juzgados por la desaparición de Retegui. El testimonio de Mujica confirma que estuvo en la Base Naval.
Después de unos meses fue llevado al ESIM. Allí compartió cautiverio con Sánchez, con una chica que se llamaba Julia Barber que había sido secuestrada junto a su pareja, un chico de Loberia.
Cuando volvió a la Base Naval lo depositaron en una celda individual. Allí recibió la visita de Rosa Ana Frigerio, una compañera de la facultad de Agronomía que había tenido un accidente que la había dejado al borde de la invalides. Cuando fue secuestrada estaba enyesada. Se sorprendió al ver que caminaba sin problemas. Ella estaba sin capucha y en el encuentro el se emocionó. Frigerio le dijo: “Quedate tranquilo Charly a vos no te va a pasar nada”.El 29 de diciembre, Carlos Mujica fue liberado. Retegui continúa desaparecida. Rosa Ana Frigerio fue asesinada pero los militares simularon un enfrentamiento para ocultar la muerte sumarial


Por Federico Desántolo.

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