martes, 12 de octubre de 2010

proximas audiencias lunes 18 a las 11hs y martes 19.



Audiencia 12º, dia 12 de octubre.
Historias distintas de un mismo lugar





Dos de los tres testigos que declararon ayer en una nueva audiencia por el juicio que se les sigue a tres militares por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico, contaron su vivencias en la Base Naval local: uno realizó la conscripción en esa repartición militar, el otro fue detenido desaparecido en el centro clandestino (CCD) de detención que allí funcionaba.
Pablo Lerner, psicólogo de 61 años, contó que fue torturado y que esa tortura le dejó una parálisis en uno de sus brazos que le duró cien días. Miguel Ángel Mittidieri, abogado de 60 años, dijo que vio a personas en paños menores y con las manos atadas debajo de un pino en la Base Naval, la noche del 24 de marzo de 1976. Los llamó “demorados”.
Lerner viajó desde Buenos Aires para declarar ayer en el juicio oral y publico por la causa “Base Naval 1”. Desde que en 1978 fue liberado de la Unidad Penal 9 de La Plata, último destino de su periplo como preso político, vive en esa ciudad donde terminó sus estudios y ejerce su profesión de psicólogo.

A principios de 1974 Pablo Lerner tenía 24 años y decidió dar por finalizada su militancia en la Juventud Peronista (JP) por diferencias insalvables con la organización. Un año más tarde, a mediados de 1975 fue detenido por agentes de la Policía Federal. En la seccional ubicada a pocos metros de la ex Terminal, mantuvo una charla con un oficial que dijo ser abogado y que quería saber en qué andaba Lerner. Incluso le contó que él también era peronista y le contó sus desacuerdos con lo que pasaba en el país. Luego fue liberado.
Nunca más tuvo noticias de aquel policía y de su detención hasta el 28 de mayo de 1976. Esa madrugada, un grupo de militares llegaron en dos camiones hasta su casa ubicada en Maipú al 3400. Cuando salió a la puerta le ataron las manos, lo encapucharon y lo subieron a uno de los camiones. Su madre preguntó a uno de los secuestradores a donde llevaban a su hijo. Le contestaron que a la Base Naval y que si estaba implicado en algo lo alojarían en una cárcel.
Lerner pasó los primeros 15 días de su detención en el polígono de tiro de la Base Naval. Allí estaba solo y en ciertas ocasiones los carceleros le dejaban quitarse la capucha. Fueron algunos conscriptos que tenían que cuidarlo, quienes le dijeron que estaba en la Base Naval. Otros le contaron que habían tenido que ir a Miramar a realizar operativos de secuestro y que habían visto violar a mujeres.
El sexto día de detención, Lerner fue sacado de su lugar de encierro y fue llevado para ser interrogado. Había un interrogador “bueno” con el que hablaba de política, le convidaba cigarrillos y le advertía acerca del interrogador “malo”.
El “malo” lo subió a un auto y le hizo dar unas vueltas para despistarlo. Lerner aseguró ayer que se dio cuenta que el vehículo nunca salió de la Base Naval. Fue sometido a una sesión de tortura con picana eléctrica. Le preguntaron por su actividad política; dónde estaban la imprenta y las armas y si había matado al coronel Reyes. En un momento Lerner pensó que se estaban burlando de él y les dijo que si que había matado al ex jefe del GADA 601. Contó que había varias personas en la sesión de torturas y que una de ellas era un médico porque sintió un estetoscopio en el pecho. La tortura le dejo una parálisis en el brazo derecho que le duró cerca de 100 días.
Después de los primeros quince días de secuestrado, Lerner fue alojado en el sector de calabozos donde había otros detenidos. Recordó a tres detenidos que luego fueron trasladados a la UP 9 con él. Recordó a Luna, Álvarez, Pablovsky, Musmeci y Celentano. Allí, en una oportunidad recibió la visita de un capellán de apellido Sosa, que lo escuchó de muy mala gana. Lo único que le dijo es que se encomendar a la Virgen.
Un médico atendió el brazo de Lerner, le contó que estaba muy mal con todo lo que pasaba. Criticó a los torturados y le contó que una vez lo obligaron a revivir a un detenido para poder seguir torturándolo. El testigo siempre desconfiaba de esas versiones. El mismo hombre le dijo que lo iban a trasladar a una cárcel junto con sus compañeros de cautiverio y que iba a estar dos años preso. Finalmente el pronóstico del médico se cumplió.
Otro oficial que cuidaba de los detenidos, le contó que ellos, los “oficiales asimilados a la marina” cuidaban a los perejiles y que los “oficiales comando” vigilaban a los “gatilleros” –militantes vinculados a organizaciones armadas- que estaban en el edificio de buzos tácticos.
Lerner mostró ante el tribunal un documento que le firmó el oficial David Guyot, abogado de la Base Naval. El testigo contó que por su secuestro había quedado cesante de sus funciones como empleado municipal y que su madre se acercó a la Base Naval para saber si alguien podía firmarle un documento para que pudiera cobrar el sueldo de su hijo. Guyot firmó sin saber tal vez que 34 años después, ese documento sería la prueba de que Lerner estuvo detenido en la Base Naval.
En septiembre, el testigo y sus compañeros de cautiverio fueron llevados hasta el GADA 601. De allí fueron trasladados a la Base Aérea y por último, a bordo de un avión Hércules, llegaron a La Plata. Hasta mediados del 78 estuvo detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Luego su liberación, Lerner se fue de la ciudad.

El conscripto


Antes de empezar su declaración, Miguel Ángel Mittidieri le dijo al tribunal que conocía a uno de los imputados. El capitán de navío Justo Ignacio Ortiz, había sido el subjefe de la Base Naval local mientras el testigo realizó el servicio militar. El actual abogado de 60 años cumplía funciones en la división comunicaciones como operador de radio y teletipo cuando le tocó hacer la colimba en la Base Naval, desde mediados de 1975 hasta mayo del 76. Su oficina estaba en el cuarto pido del edificio principal de la Base Naval. Como estudiante de Derecho, su horario dentro de la repartición militar era desde las 6.30 hasta las 12.30. Luego concurría a la Universidad Católica para cursar. Así fue hasta que finalmente se recibió.
El 24 de marzo de 1976, Mittidieri tuvo que dormir en la base porque se había ordenado el acuartelamiento. Por más de una semana no pudo regresar a su casa. Esa noche recordó que había un gran movimiento de hombres armados y que muchos de sus compañeros habían sido llevados a localidades vecinas y reemplazados por infantes de marina de otras reparticiones.
Al día siguiente, la mañana del 25, el testigo contó que vio debajo de un gran pino a muchas personas, todos hombres que estaban en paños menores o ropa de cama y con las manos atadas. Recordó que uno de sus superiores lo llamó en ese momento para que acompañara a una de esas personas a caminar porque estaba acalambrado. El hombre estaba con una capucha en la cabeza y le preguntó a Mittidieri dónde estaba. El colimba recordó en ese momento que tenía prohibido hablar con los detenidos porque sus superiores le dijeron que no lo hiciera por cuestiones de seguridad. Nunca le contestó.
En otro pasaje de su declaración dijo que esas personas eran “demorados” y que nunca había recibido instrucción por parte de sus superiores de cómo comportarse con los prisioneros.
Mittidieri no supo decir con seguridad si el subjefe de la Base Naval, Justo Ortiz estaba al tanto de las personas detenidas abajo del pino. Pero supuso que nadie podía ser ajeno a esa situación.
El testigo también recordó que después del golpe de Estado, un grupo de personas de civil que nunca supo quienes eran, se movían con total libertad dentro de la repartición militar. Tenían acceso a todos los lugares y no se identificaban ante nadie.
Por último, Mittidieri contó, que al menos dos veces vio desde el balcón de su oficina que esas personas que habían sido detenidas eran subidas a los micros de la Base Naval y trasladados a algún lugar que él ignoraba
Por Federico Desántolo.

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