miércoles, 3 de noviembre de 2010

Las audiencias continuan el Lunes 8 y martes 9, ultimas audiencias.

audiencia Nº16, dia martes 2 de octubre.


El subjefe sabia de detenidos dentro de la Base Naval.

Se trata del odontólogo Gustavo Adolfo Hoffmann quien declaró ayer que el capitán de navío Justo Ignacio Ortiz sabía de la existencia de detenidos desaparecidos en ese asiento militar Un ex oficial de la Armada aseguró ayer que el capitán de navío Justo Ignacio Ortiz, imputado en el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en la Base Naval, sabía de la existencia de detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Por su parte, la hermana de una víctima puso en crisis la declaración de un médico retirado de la Marina.
El odontólogo Gustavo Hoffman ingresó a la Base Naval como oficial asimilado a la Armada en febrero de 1975. Su función era atender al personal militar.
Además de sus tareas como dentista, Hoffman debía realizar guardias como oficial de servicio. Durante 24 horas era el encargado de que todo estuviera en pleno funcionamiento.
La primera vez que supo de la presencia de detenidos en la Base Naval fue en mayo de 1976 cuando en una noche de guardia fue hasta la cocina para cerciorarse que la comida para la conscripto marchara sin problemas. Uno de los cocineros le dijo: “tenemos visita”. El testigo aseguró que en e4se momento supo que al lado de la cocina había tres calabozos y que en esos calabozos había tres detenidos: Jorge Pablovsky, Pablo Lerner y José Musmeci.
Hoffman recordó que uno le dijo que era gremialista y los otros militantes de la Juventud Peronista (JP). Esa noche les llevó cepillos de dientes y unos libros para que se entretuvieran. Años después, uno de ellos fue hasta su consultorio para agradecerle lo que había hecho por él y sus compañeros.
También recordó que Pablovsky fue llevado un día encapuchado hasta el consultorio en el sector de sanidad porque le dolía mucho una muela. Hoffman tuvo que sacársela.
Tiempo después, en otra guardia, vio más detenidos. En esa ocasión había salido a la noche a recorrer el predio y vio que en un edificio que todavía estaba en construcción a varios oficiales armados. Cuando se acercó vio que en el interior había entre diez y doce personas con capuchas en la cabeza que tenían un número. Estaban sentados en semicírculo sentados sobre sillas de playa.
Al finalizar la guardia se reportó ante el capitán de navío Justo Ignacio Ortiz, segundo jefe de la Base Naval en aquel entonces. Ortiz le dijo que una de las funciones como oficial de servicio durante la guardia era ocuparse de que los detenidos estuvieran bien de salud y alimentados.
El testimonio de Hoffman deja ver sin fisuras que uno de los imputados en la causa Base Naval 1 tenía pleno conocimiento de la existencia de detenidos desaparecidos en la repartición a su cargo.
Hasta que se fue de baja, el testigo volvió a ver detenidos al menos dos veces más. Siempre encapuchados y maniatados. En una ocasión uno de los secuestrados le pidió que le averiguara si su novia estaba en ese lugar detenida. Hoffman preguntó uno por uno a los detenidos hasta que encontró a la mujer. Los llevó a un calabozo y allí la pareja pudo charlar por unos minutos y tal vez despedirse.
Cada vez que finalizaba una guardia, Hoffman reportaba las novedades a Ortiz, entre ellas, lo que ocurría con los detenidos desaparecidos.
Hoffman declaró que desde antes del golpe de Estado de 1976 ya había decidido pedir la baja porque no se sentía cómodo en la Armada. Por consejo de un superior decidió esperar unos meses. Un episodio, que le significó tres días de arresto lo ayudó a dar por finalizada su carrera como marino.
El testigo recordó que en uno de los pasillos del sector de sanidad, mientras hablaba con una mujer que estaba allí para realizar audiometrías a los oficiales, llegó un hombre herido y escoltado por tres militares armados. La mujer le preguntó si se trataba de un “guerrillero”. Hoffman evitó contestarle, pero igual fue en vano. Al día siguiente recibió tres días de arresto. Ortiz le dijo que había revelado secretos militares a una civil. A los 20 días, el testigo dejo la Armada para siempre.

Contradicciones

Liliana Iorio fue secuestrada junto a cuatro compañeras el 19 de septiembre de 1976. Dos –Nancy Carricabur y Stella Marís Nicuez-, lograron sobrevivir. Liliana Retegui, Patricia Lazzeri y Iorio fueron vistas por última vez en la Base Naval y continúan desaparecidas.
María Inés Iorio, hermana de Liliana, declaró ayer en la decimosexta audiencia del juicio a tres militares por crimen de lesa humanidad.
En el momento que Liliana fue secuestrada, maría Inés realizaba un curso de buceo en la Base Naval, lugar de cautiverio de su hermana. Ella y Pablo Arias, eran los únicos estudiantes universitarios que ingresaban a la Base Naval por aquel entonces. La testigo recordó que se sentía muy vigilada cada vez que iba a las clases.
Iorio les contó a los instructores de buceo lo que había ocurrido con su hermana y les dijo que quería abandonar el curso porque tenía miedo. Los hombres pertenecientes a la división de Buzos Tácticos le dijeron que no lo hiciera. A la semana siguiente, el teniente Julio Cesar Falké, jefe de inteligencia de la Base Naval y profesor de física en el curso de buceo, llamó a María Inés a su oficina. Le dijo que ella debía conocer a los amigos o compañeros de su hermana que debía traerle una lista con nombres o sobrenombres.
Después de dos semanas en las que trató de evitar a Falké, finalmente la testigo le llevó dos sobrenombres falsos para que no la molestaran más.
Iorio, también tuvo como profesor al médico especialista en medicina de buceo, Carlos Suárez, quien declaró el lunes pasado ante el tribunal que lleva adelante el juicio. Los dichos de la testigo hicieron tambalear las declaraciones del doctor.
Suárez aseguró que nunca vio detenidos desaparecidos en la base Naval y que en abril se había ido a Francia a realizar una especialización en medicina de buceo de gran profundidad. También dijo no conocer al teniente Falké.
Iorio declaró ayer que Suárez fue su profesor durante el curso que se realizó entre mayo y octubre por lo que el médico no pudo estar en Francia y mar del Plata al mismo tiempo. También aseguró que Suárez y Falké eran los profesores de las asignaturas teóricas del curso, por lo tanto, es muy difícil imaginar que no se hayan conocido o que no hayan mantenido una relación como docentes de un mismo curso. Antes dichas contradicciones el fiscal Daniel Adler se reservó la posibilidad de solicitar algún tipo de medida para Suárez, durante la etapa de alegatos.
María Magdalena Iorio, mamá de Liliana y María Inés, fue la segunda testigo en la jornada de ayer. La integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo contó, con profunda emoción, el día que el cura José Luis Murueta –amigo de la familia y con contactos en la Armada-, le dijo llorando que a “Lilianita” la habían tirado al mar y que no había sufrido porque la había dormido con una inyección.
Ella no le creyó y le dijo que el no podía creer que la Armada argentina pudiera hacer eso con las personas.
Recién en democracia cuando se conocieron los testimonios de los sobrevivientes, María Magdalena supo que las palabras de aquel cura eran irremediablemente ciertas.
Por Federico Desántolo

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